Existe evidencia sobre las distintas dimensiones a considerar para lograr el propósito, sobre qué hacer. Cada vez hay más conciencia sobre la necesidad de conocer qué es lo que ha funcionado y hemos tenido varios eventos al respecto este año. También hay mayor conciencia de la necesidad de incorporar indicadores y procedimientos que permitan saber si lo que se está haciendo funciona, para medir impacto, además de resultados. Es decir, hay un énfasis importante en el para qué y en el qué hacer, pero falta considerar el cómo en detalle. No qué se va a hacer, sino cómo se va a hacer. Eso es la implementación y es lo que frecuentemente se deja para el final (si es que se considera) y la razón por la que fracasan muchas iniciativas y programas.
Algunos ejemplos con los que nos hemos topado son: “no tenemos el celular para contactar a las familias o el proyector para hacer la actividad”, “es que ese profesional no puede ofrecerles ese taller fuera del centro de salud”, “solo puede hacer esa charla en horario laboral, pero ningún papá puede ir a esa hora”, “es que a los profesionales que acabamos de capacitar, se les acababa el contrato en dos meses”. Por muy lindo que suene, de poco sirve tener claro el para qué y el qué si no prestamos especial cuidado al cómo, si no se planifica detalladamente la implementación y no la monitoreamos durante su ejecución.
Sabemos que cuesta realizar planificaciones anticipadas para la implementación. Que cuesta aún más no dejarla guardada y mirarla a fin de año cuando tenemos que rendir cuentas. Cuesta, también, planificar e implementar con miras a un propósito a un impacto claro, no a una cobertura esperada. A todo esto se suma el hecho de que no basta con planificar detalladamente una implementación, sino que es importante monitorearla constantemente, para realizar los ajustes necesarios de acuerdo a las circunstancias particulares de cada territorio, de los usuarios, de los equipos y de cada iniciativa.
Esta falta de énfasis en la implementación es algo que ocurre no sólo en Chile, sino en el resto del mundo, de ahí que las Ciencias de la Implementación hayan tomado tanta relevancia en el último tiempo.
Desde Triple P - Programa de Parentalidad Positiva, desarrollado inicialmente en la Universidad de Queensland en Australia y que ha estado en continuo desarrollo por los últimos 35 años, con aportes de más de 26 países, hemos estado desarrollando un Modelo de Apoyo a la Implementación durante los últimos 10 años.
Triple P es un sistema de distintas metodologías (charlas, sesiones individuales, talleres grupales, online o acompañamiento telefónico) en el que se capacitan profesionales locales de municipios, ONG o particulares, para ofrecer apoyo en temas de crianza a familias de niños pequeños y de adolescentes. Desde nuestra experiencia implementando este programa, hemos constatado que no basta con capacitar a los equipos en estas metodologías, sino que hay que acompañar tanto a quienes diseñan el proyecto antes de siquiera pensar a quién capacitar, como a la implementación, una vez que los profesionales comienzan a trabajar con las familias. Capacitar no garantiza por si solo que las metodologías se usen, que se usen bien y que generen el impacto deseado. Por tanto, no es suficiente solo decidir qué queremos lograr y qué se hará al respecto (o qué metodología, programa, se va a usar), sino cómo se hará funcionar.
Mucho de esto requiere un cambio cultural sobre cómo trabajamos cotidianamente y organizamos nuestro trabajo. Cuando abrimos la puerta a estos temas, aparecen innumerables desafíos que enfrentar. Algunos de ellos relacionados, por ejemplo, con quienes van a implementar lo que se diseña. Si ellos no tienen las condiciones para implementar y para hacerlo bien, las promesas de solución no van a llegar a las personas que las necesitan y, por ende, el impacto que se busca tampoco podrá alcanzarse.
Nuestra invitación es a abrir la conversación sobre implementación e informarnos acerca de todo lo que las recientes Ciencias de la Implementación nos pueden enseñar al respecto. Es a planificar anticipadamente pensando en cada detalle y a monitorear de cerca la implementación, no sólo para evaluar el impacto final, sino para asegurarnos de lograrlo.