Más de 100 padres, madres y cuidadores de las comunas de San Bernardo, Puente Alto y Renca, en la Región Metropolitana, participaron de este acompañamiento, entre octubre de 2020 y enero de 2021. Loreto, mamá de una niña de 3 años, fue una de ellas. “Doy gracias a este programa, porque realmente me ayudó con las pataletas de mi hija. Tuve un gran apoyo de mi monitora, que me guió en toda esta etapa y me enseñó a cómo poder mejorar la situación”, comenta.
Según Francisca Reutter, “no sabíamos la recepción que íbamos a tener. Hacer Triple P significó para la Fundación Ilumina ampliarse hacia otra área. Nosotros trabajamos presencialmente en los jardines infantiles, desarrollando un programa de educación al aire libre. Producto de la crisis sanitaria, estos establecimientos se cerraron y tuvimos que buscar una alternativa que nos permitiera seguir siendo un aporte para las comunidades donde trabajamos. Yo conocía Triple P y era la opción más efectiva de realizar en el contexto de la pandemia. Pudimos capacitarnos rápido y continuar aportando de manera concreta. Además, conocimos herramientas que empezamos a usar también en otras áreas de la fundación, como los SAC (Sesiones de Apoyo entre Colegas) y algunas metodologías de la implementación. Mi institución aprendió de Triple P”.
Los cupos que ofrecieron para recibir apoyo en temas de crianza se agotaron y la satisfacción de las familias fue bastante alta, cuenta la directora. “Con la pandemia, los niños comenzaron a estar todo el día en la casa y se agravaron problemas como las peleas entre hermanos, las pataletas o los conflictos a la hora de comer. La mayoría de los papás con los que trabajamos se sentían bastante solos y desvalidos en sus procesos de crianza. Agradecieron que alguien les pudiera dar ideas para abordar esas situaciones, que no se sentían capaces de enfrentar”.
La educadora de párvulos, Fabiola Molina, es una de las monitoras de la Fundación Ilumina que se certificó en Triple P. Hasta la fecha, ha apoyado a 32 familias en sus desafíos de crianza. Según dice, el impacto de este acompañamiento a padres, madres y cuidadores, con niños y niñas en edad preescolar, tiene varias aristas: “Una de ellas se relaciona con lo que provoca en los mismos padres, quienes comienzan a entender sus procesos de crianza y cómo estos pueden contribuir o generar barreras en el aprendizaje de sus hijos. Por otro lado, tiene que ver con la detección temprana de posibles problemáticas, que responden a necesidades no solo del niño, sino también del ambiente que lo rodea; los efectos en su autoestima cuando se siente en un entorno positivo”.
“Muchas de las familias que atendimos estaban en situaciones tremendamente difíciles y me impresionó ver cómo este modelo de autorregulación, promovido por Triple P, comenzó a generar confianza en las propias habilidades parentales”, comenta. “Con expectativas realistas, los padres se van observando, resolviendo sus problemáticas, sintiéndose capaces de manejar las situaciones. Ven avances, resultados y se dan cuenta que pueden alcanzar las metas que se proponen”.