“¿Cómo pasar del diseño a la implementación?” fue el título del taller que recientemente facilitamos, como Triple P, para la Red de Innovadores Públicos del Laboratorio de Gobierno. La temática levantó gran interés entre los participantes, pues la implementación efectiva de innovaciones, programas y políticas públicas es un desafío constante para los equipos que trabajan en su desarrollo.
Este también es el caso para las políticas a favor de la niñez y la adolescencia, y específicamente de los programas basados en evidencia, ya que no basta saber que un programa funciona, es necesario “hacer que funcione”.
En el contexto de la nueva Ley sobre Garantías y Protección Integral de los Derechos de la Niñez y Adolescencia, la conversación sobre implementación es aún más relevante, pues muchas veces las leyes por sí mismas no son suficientes para lograr el cambio esperado. Algunos de los factores que influyen en los resultados son el contexto en el cual las normas se deben desarrollar y poner en práctica; los comportamientos de las personas, tanto de las que aplican como de las que reciben los programas públicos, y las características de las innovaciones que deberán desarrollarse para poder responder y ejecutar los principios que la ley busca instaurar.
En este sentido, resulta fundamental poner el foco en la implementación, etapa clave que puede ser la razón por la que muchos programas o iniciativas públicas fracasan. De poco sirve tener un objetivo claro y una meta compartida si no prestamos atención a la planificación detallada del proceso de implementación, monitoreando las distintas etapas de su ejecución.
Las Ciencias de la Implementación han adquirido gran relevancia en el último tiempo, no sólo en Chile, sino en todo el mundo. Desde Triple P – Programa de Parentalidad Positiva, que se está implementando en distintos municipios del país, llevamos más de diez años desarrollando un Modelo de Implementación, pues hemos constatado, a partir de nuestra propia experiencia, que no basta con capacitar a profesionales para garantizar que las metodologías se usen, se apliquen de manera correcta y generen el impacto deseado. Es también fundamental contar con equipos de liderazgo comprometidos, que preparen el camino para los procesos de implementación. Y asimismo, es necesario acompañar a los operativos, para poder hacer los ajustes necesarios de acuerdo a las circunstancias de cada territorio, de los usuarios, de los equipos y de cada iniciativa.
Todo este proceso enfrenta innumerables desafíos y, por lo mismo, es primordial abrir una conversación informada en torno a todo lo que las Ciencias de la Implementación nos pueden enseñar al respecto. La implementación de políticas públicas y programas basados en evidencia es un proceso activo, que requiere una planificación sistemática e intencionada, así como un contexto que habilite el cambio para lograr resultados socialmente significativos.