“Tuve la suerte de colaborar en la Fundación Amaneceres, que trabaja en cárceles de la Ciudad de México, apoyando la reinserción social y laboral, así como dignificando el internamiento de hombres y mujeres privados de libertad -cuenta el profesional-. A propósito de sus 15 años de funcionamiento, se realizó un diagnóstico, con el fin de evaluar posibles adecuaciones a la oferta programática y a su labor como institución. Así, se entrevistó a internos, internas, sus familias y directoras de los centros penitenciarios, apareciendo en sus respuestas la necesidad de contar con más herramientas para la crianza y la relación con los hijos e hijas”.
El poder de la parentalidad positiva
El diagnóstico era claro: los padres privados de libertad estaban necesitando ejercer su rol parental, a pesar de las circunstancias, y así lo manifestaron en su gran mayoría. “Sin embargo, no sabían cómo iban a poder relacionarse con sus hijos o hijas, sentían que carecían de conocimientos, herramientas y estrategias que les permitiesen poder ejercer su rol de padres. En ese sentido, temían no ser aceptados por sus hijos o hijas después de tanto tiempo de internamiento, no poder acostumbrarse a estar con su familia o no encontrar un empleo para solventarse económicamente a sí mismos ni a los suyos. Considerando esta realidad, se tomó la decisión de organizar el proyecto piloto”, cuenta Sebastián Fernández.
El sociólogo explica que hubo tres condiciones necesarias que convergieron para poder desarrollar el proyecto. En primer lugar, todo el capital social recopilado por la Fundación Amaneceres, que permitió el acceso y la confianza institucional. En segundo lugar, las herramientas teórico-metodológicas provenientes del enfoque centrado en la persona, que facilitaron construir el espacio empático, congruente y de aceptación, que los internos necesitaban. Y en tercer lugar, el enfoque de la parentalidad positiva y todas las estrategias provenientes de Triple P, las cuales aportaron habilidades y confianza al ejercicio de los padres.
“De cierta forma -agrega Sebastián Fernández- los internos realizaban estas estrategias antes de participar de nuestro taller, pero se les instó a efectuarlas con mayor seguridad y regularidad. Con respecto a las sesiones, hubo un especial cuidado de hacerlas más vivenciales y socioafectivas, reduciendo el contenido teórico-expositivo para mantener su atención y fomentar la práctica de habilidades”.
“Para trabajar con los padres privados de libertad, pusimos foco en poder establecer la confianza e ir generando espacios empáticos. Para ello, las herramientas teórico-metodológicas, provenientes del enfoque centrado en la persona, fueron esenciales y de gran utilidad, ya que potenciaron las estrategias de Triple P”, afirma el profesional.
Recuperando la confianza
Para poder participar del taller de crianza positiva, los internos debían cumplir ciertos requisitos, como comprometerse con el proyecto y cuidar que el espacio fuera de respeto, donde se pudiera expresar emociones, no permitiéndose juzgar o criticar a los demás participantes. Además, debían estar a poco tiempo de cumplir su sentencia para egresar del recinto penitenciario.
“La mayoría de ellos tenía más de dos hijos o hijas, entre 2 y 15 años, y sentían la paternidad como un rol auxiliar o un papel secundario -señala Sebastián Fernández-. Su motivación por participar en el taller estuvo más bien influenciada por el afecto e interés por sus hijos e hijas y la atribución de trascendencia y sentido de vida que les da el mantener este vínculo. Efectivamente, el haber propiciado un espacio en donde la crianza se posicionó como eje central, aparece ante los participantes como una oportunidad de escape ante las dinámicas violentas que se viven en los centros penitenciarios, pero que a la vez les permite mostrar su vulnerabilidad. Es decir, que se abren a la posibilidad de cuestionar su masculinidad”.
“De cierta forma, los padres que participaron del programa realizaban una serie de estrategias parentales adecuadas para su contexto, pero carecían de la seguridad para poder aplicarlas. Necesitaban de un acompañamiento y una validación. Por otro lado, el hecho de querer participar del taller demuestra su necesidad por adquirir nuevas herramientas”, añade, concluyendo que “en términos generales, este trabajo arrojó resultados positivos”.
Al respecto, explica que pudieron observarse “cambios a nivel discursivo favorables en cuanto a la propia concepción de ser padre privado de libertad; es decir, que podían seguir ejerciendo su rol de padres desde dentro del centro penitenciario. También, con relación al conocimiento de estrategias parentales, de las necesidades de los hijos e hijas y el impacto del internamiento en la familia. Asimismo, se observaron avances en cuanto a la clarificación de temores y expectativas vinculadas con su egreso del centro penitenciario”.
De acuerdo con el profesional, “las herramientas y estrategias que entrega Triple P son fundamentales e invaluables, no solo para el trabajo con padres privados de libertad, sino con cualquier grupo de hombres, ya que permiten sentar las bases para que los padres puedan ejercer su rol con seguridad, además de avanzar a establecer estilos parentales democráticos”.
La experiencia de este proyecto, impulsado por la Fundación Amaneceres en la Oscuridad, quedó plasmada en la tesis “Papá desde dentro: programa de intervención para el desarrollo de estrategias parentales para padres privados de libertad de la Ciudad de México”, que Sebastián Fernández realizó para obtener su Maestría en Desarrollo Humano, documento que fue publicado por la Universidad Iberoamericana Ciudad de México.
Del mismo modo, el trabajo fue destacado en la revista científica hondureña Sapientiae.